Ayer
hablaba con una amiga a la que quiero mucho, aunque nos veamos poco, y me
contaba como una chica a la que consideraba una amiga la había excluido de su
vida, sin explicación alguna, y de unas maneras poco correctas. Después de
comentarlo un rato y hacer elucubraciones, porque nunca llegaremos a saber la
verdad de todo, recordé lo que me decía siempre mi madre: “Hija, si alguien a quien consideras un amigo desaparece sin dar
explicación es que nunca fue un verdadero amigo, así que alégrate de no
malgastar más tiempo con esa persona.”
El
caso es que, como estoy bastante ñoña últimamente, esto me hizo recordar y
reflexionar, y eso amigos míos, es como abrir la caja de pandora, lo que me
llevó irrefrenablemente a tirar de viejos álbumes de fotos y…. ¡¡las compuertas
de la ñoñería se han abierto!! ¡¡Peligro!! ¡¡Peligro!!.
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Por esas miradas que solo nosotras entendemos |
A
lo largo de mi vida, supongo que como os habrá pasado a vosotros, he tenido
gente a la que consideraba amiga, incluso dentro de mi círculo de mejores
amigos, que, por unas cosas o por otras, han ido desapareciendo. No negare, que
pese al consejo de mi madre, siempre hay bajas que te duelen en el alma, porque
son completamente inesperadas, como ese mejor amigo al que le contabas todo y
con el que pasabas tantas horas al teléfono que agotabas todo el saldo de tu
tarjeta en una llamada que un buen día dejo de llamar, esa mejor amiga que se
quedaba a dormir en tu casa, hacíais noches de pijama, le presentaste a todos
tus amigos y cuando se echó novio se la tragó la tierra….voy a dejar de contar
aquí que se me encoje el corazoncito.
Amigos
del colegio, de la universidad, de la infancia, gente que pasa por tu vida pero
que no se queda. Yo creo que esto forma parte de la experiencia, del ciclo de
la vida. Cada persona que pasa por nuestras vidas creo que nos deja algo, como una
estela, nos crea recuerdos, nos advierte y enseña. Creo que una de las primeras
lecciones es que nada es para siempre, como esos amores de verano, que
desaparecen con la vuelta al curso, y la segunda, o si somos un poco más lentos
en aprender la lección será la tercera o la cien, es que no debemos fiarnos de
todo el mundo. Creo que la lección sobre la confianza es la más dura que
tenemos que aprender y a algunos aún nos cuenta no repetir el mismo error una y
otra vez. Pero qué quereis que os diga, somos humanos y tendemos a tropezarnos con la misma piedra una y otra vez....
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Por esos abrazos que consuelan mas que las palabras |
Pero
al final, no importan las bajas, lo que importa es los que se quedan, esos
que pese al paso del tiempo y de la distancia siguen estando en tu vida,
aquellos que no piden de ti más de lo que les puedas dar, aquellos a los que no
pides más de lo que te quieren dar. Porque con los años has aprendido una gran
lección, y es que a las personas hay que quererlas como son, no como quieres
que sean.
Con
el paso del tiempo es bonito recordar a esa gente que se perdió y los momentos
que vivisteis juntos, esa gente que pasó por tu vida dejando bonitas historias.
Yo aún recuerdo a mis amigos del pueblo, a ese grupo de chicos y chicas que
éramos. Recuerdo las risas, los ratos interminables bajo una mimosa, donde el
tiempo se detenía, donde no había preocupaciones de adultos, solo bromas y
diversión. Recuerdo las confesiones, todas las primeras veces que compartimos
juntos, las broncas y las paces, los primeros amores y los primeros besos, la
primera cerveza, el primer calimocho, la primera noche fuera de casa, el primer
desamor, la primera caída en moto…. Recuerdo cada momento, cada conversación,
cada instante que pasamos juntos hasta que el tiempo, la edad y nuestros
caminos nos fueron separando.
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Por los litros de café siempre en buena compañía. |
Recuerdo
mi grupo de la universidad, ese grupo ecléctico que formamos, recuerdo las
horas perdidas entorno a una mesa de bar, en el patio, o en los bancos, los
bares, las risas, los viajes, los miedos, las horas de biblioteca, los cafés horrorosos
y los cigarros ansiosos, las alegrías y las tristezas de los exámenes, las
confesiones y los descubrimientos.
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Porque los abrazos en piña son más que abrazos |
De
todos esos momentos de mi vida, de mi infancia, de mi adolescencia, de mi etapa
universitaria y de mi etapa adulta, puedo presumir de, pese a las bajas que me
rompieron el corazón y las que me esperaba, haber conseguido amigos que se han
convertido en familia, al amor de mi vida, y cientos de posibilidades y de
momentos a mis pies para poder disfrutarlos, con ellos, con los que se quedan,
con los que deciden no ser un recuerdo más. Ellos son mi gente, mi familia, esa
que puedes elegir aunque no compartas sangre porque te une algo más fuerte, el
amor. Ellos, los que han aguantado a mi lado cuando la vida nos ponía pruebas
muy duras que superar, los que han secado mis lágrimas y han compartido mis alegrías,
con los que aunque no te ves en bastante tiempo cuando te juntas es como si
ayer os hubierais visto, porque no existe esa brecha, porque el tiempo y la
distancia con nosotros no cuenta, no pasa, no nos separa. Ellos, con los que he
compartido lágrimas y carcajadas, miedos y esperanzas, secretos, confesiones,
vacaciones, escapadas, bodas, dolor y alegría, esas comidas y cenas
interminables entre risas y debates sobre la vida, esas locuras que solo con ellos
soy capaz de hacer. Ellos que perdonan mis faltas, mis manías y mis defectos.
Ellos, que espero que nunca se conviertan en una baja más.
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Por las risas eternas en camas compartidas |
Por
eso, a los que fueron y a los que son, a los que vendrán y a los que se irán,
hoy quiero darles las gracias. Gracias por hacerme ser quien soy, por haberme
querido alguna vez y por seguirme queriendo, gracias por haber estado a mi lado
y por seguir estándolo, gracias por los recuerdos que construimos y
construiremos juntos.
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Ahora y siempre: Gracias |