Star Wars: mis recuerdos

miércoles, 21 de octubre de 2015


¡¡Sin aliento me dejó esta escena!!

Todavía recuerdo cuando mi padre me puso una película llamada La guerra de las Galaxias. Él me sentó a su lado en el sofá, con un bol de palomitas y me dijo que me preparara para lo bueno. Y vaya si era bueno ¡¡me apasionó!! Y así, como quien no quiere la cosa, mi padre me volvió una friki y un “chicazo” en todo lo referente al cine. No, yo no fuí al cine a verla ¡¡ni siquiera había nacido!! Pero eso no importa, porque cuando vi esa primera película mi mundo cambió, mi forma de ver el cine evolucionó. Entendedme, yo tenía unos 8 años y venía de ver como una obsesa compulsiva la película del Dragon Eliott (creo que llegué a verla unas 50 veces y en todas ellas terminaba llorando) , E.T. y todas las princesas Disney. 
Mi mundo estaba postrado ante Disney y sus happy endings, hasta que mi padre decidió compartir conmigo su pasión por la ciencia ficción, la fantasía y las películas de aventuras. Fue entonces cuando la literatura de ciencia ficción apareció en mi vida, principalmente de la mano de Isaac Asimov, los comics empezaron a copar mi tiempo y La Guerra de las Galaxias hizo su aparición estelar.  Yo alucinaba con ese prólogo tan largo con letras amarillas que me daba la sensación de que iba demasiado rápido como para poder leerlo (obviamente no eras así)  y con esas naves espaciales y esos disparos con luces que me tenían hipnotizada (y no me hagáis hablar de cuando vi el sable de luz por primera vez….). Ahora veo esas primeras películas y, pese a que los efectos especiales están anticuadísimos, sigo emocionándome como la niña pequeña que era cuando lo vi por primera vez.


Si tuviera que hablar de personajes o escenas favoritas debo decir que me enamore a primera vista de R2D2 y C3PO (me da igual tener 8 años que 29, sigo queriéndolos) y lo flipé con el mítico: Luke, I´m your father (los pelos como escarpias ¡¡oiga!!). Hand Solo se convirtió en mi primer amor platónico y Darth Vader me produjo mis primeras pesadillas. Todavía hablo o, mejor dicho, hablamos (sí, sí, que todos los hacemos) como Yoda. Porque sí, señores, Yoda es atemporal. 

Los tres episodios clásicos son, sin lugar a dudas, mis favoritos. Quizás porque con mi padre los ví una y otra vez hasta sabernos diálogos de memoria. Las tardes del domingo, eran tardes de cine, y entre Star Wars e Indiana Jones creo que he pasado los mejores domingos de mi niñez.

También pudimos ver los otros 3 episodios y lamentarnos por su existencia. Imposible olvidar la sensación de enorme decepción tras ver el episodio I, aunque en honor a la verdad, el episodio III logró tocarnos un poco “la patatita”…. Bueno, a mí me robó un poco el corazón Anakin Skywalker, pero qué queréis que os diga, los chicos malos son mi debilidad xD. 

Y aquí estoy ahora, con 29 años y a un paso de la treintena, pensando en hacer este fin de semana maratón de Star Wars para prepárame mentalmente de cara al estreno del Episodio VII. Con la ilusión de un niño y con el temor de un adulto que sabe que puede pero que no quiere decepcionarse. 

¿Estará a la altura? ¿Será muy Disney? ¿Acabaremos con la boca abierta al final? ¡¡Que ansía!!

Solo tengo una sensación triste pensando que ojalá mi padre estuviera aquí conmigo para poder emocionarme con él y ansiarnos juntos de cara a la nueva película, poder sacar con él las entradas y prepararnos para ir juntos al cine por mi cumpleaños (sería el mejor regalo para celebrar mis 30 años), pero estoy segura que desde el cielo, ese día, estará preparándose un bol de palomitas y me estará diciendo: Hija, prepárate para lo bueno. 


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